Todos en la isla de La Gomera le llamaban cariñosamente Juanillo. Quizá el respeto que automáticamente sentí por él me impidió nombrarle de esa manera. Juan; así es como me dirigí a él la media docena de veces que coincidimos.
Llegué allí para reformar una veintena de cuartos de baño en el maravilloso Parador de Turismo de La Gomera (http://www.parador.es/es/paradores/parador-de-la-gomera), en mi opinión uno de los mejores edificios que construyó para la red el arquitecto Juan Palazuelo de la Peña.
Una vez adjudicada la obra, y justo antes de iniciarse los trabajos, la directora Maricel Darias, que junto a su equipo son el alma del parador, me habló de Juan Castilla. Juanillo, también le llamaba ella. Según Maricel, un fantástico carpintero, que había trabajado habitualmente en esa casa.
David Moreno, un estupendo aparejador de la isla, también me puso en antecedentes: “Es buenísimo. Con él no habrá problemas. Cuando quieras vamos a verle a su taller, que está aquí al lado”, me comentó.
Pero antes de visitar el taller de Juan, coincidí con él en el Parador.
Su aspecto, quizá algo descuidado, transmitía sin embargo aplomo y autoridad profesional. Vestía una camiseta de color rosa, pero en la impresión que me llevé de él pesó más su mirada directa, esa media sonrisa irónica casi perenne y una voz masculina adornada con el acento gomero. Me percaté de que prácticamente todos los obreros le conocían y le saludaban cariñosamente, bromeando con él en muchos casos.
Juan sabía escuchar y enseguida definimos totalmente los detalles de los muebles que había que construir, sus aportaciones mejoraron la idea inicial. Al final, antes de despedirnos pregunté: “¿Alguna duda, Juan?”…Me miró sonriente, con cierta sorna…”está todo más que claro. Sin problema”.
En mi siguiente viaje nos vimos en su taller. Me recibió con afecto y sin camiseta. Con poco espacio libre, Juan se movía con naturalidad entre la maquinaria y el material almacenado. Sin desprenderse de su cigarro, fue respondiendo con precisión y autoridad a mis preguntas y comentarios.
Recuerdo que le pedí una muestra de la madera que se iba a utilizar en la obra. Con cordialidad le pidió a Blas, su empleado, que cortase una pieza de un tablón de madera de morera. Antes de entregármela pasó por su superficie, con firmeza, la palma de la mano. Imagino que para limpiar las virutas. Supuse que Juan habría repetido aquel gesto miles de veces. Después miró a aquel trozo de madera con cariño, le hizo una especie de caricia vigorosa, impregnada de orgullo y me lo ofreció afirmando: “El mueble va a quedar muy bien”.
Ahora sé que esa muestra de madera, que guardo celosamente, me acompañará mucho tiempo.
Después de este episodio la obra comenzó a retrasarse. En mis sucesivas visitas le exponía mi preocupación: ¿estarán a tiempo todos los muebles?. La verdad, que el trabajo que Juan y Blas iban haciendo me gustaba mucho pero el ritmo general era lento. “¿Qué quieres, que traiga la madera con la humedad que hay en la obra?” – me espetó con lucidez…para concluir con un tranquilizador “Tú no te apures, Nacho”.
La obra se complicó. Surgieron diversos problemas, y ninguno fue culpa de Juan. Al final, la empresa contratada no fue capaz de terminar más que 18 baños de los 22 previstos. Los últimos días Juan comentaba que le dolía mucho la espalda, una especie de contractura. Blas y él estaban trabajando duro.
Una triste mañana de otoño una llamada desde La Gomera me informaba de que Juan, tras una semana de ingreso hospitalario, había fallecido. Al parecer, llevaba tiempo enfermo y su trabajo no le había permitido darse cuenta de ello.
En su taller había dejado terminados los muebles de los 4 baños que aún no se habían empezado a reformar.
Juan Castilla Santos falleció el 18 de octubre de 2014, siendo aún un hombre joven. Sirvan estas líneas como homenaje y reconocimiento a su persona y a todos aquellos profesionales que trabajan honestamente y aman su oficio.
Gracias, en resumen, a todos los “Juanillos”, por enriquecer las obras en las que participan.